Autopen es una denominación que ha transcendido a la marca.
Se trata de máquinas de reproducción repetitiva de firmas manuscritas («plumas automáticas») que se emplean cuando se quiere dar a las firmas la apariencia de estar realizadas por una persona pero en tal volumen que sería imposible que lo hiciera la persona que autoriza este uso de su firma.
Los suelen usar personas famosas, que firman así autógrafos para sus seguidores.
En ocasiones, los utilizan los políticos cuando se encuentran en una situación en la que se requiere su firma en un lugar (en el que está el documento a firmar) mientras ellos físicamente están en otro.
El presidente Ronald Reagan tenía 22 plantillas de firmas diferentes, incluidas Ron, Dutch y otros apodos, para hacer parecer más auténticas sus firmas falsas, según testimonio de Stephen Koschal, un verificador de firmas que en 2009 publicó una guía de las firmas presidenciales efectuadas por plumas automáticas.
Barak Obama lo utilizó para ratificar la «Fiscal Clif Bill», para firmar la «Patriot Act» y para firmar una extensión de la financiación de autopistas.
En ocasiones este uso del Autopen ha sido controvertido, por lo que ha sido preciso que portavoces de la Casa Blanca aclararan que cuando se ha hecho uso de estos dispositivos su validez legal se establecía en un documento de 2005 del Departamento de Justicia de abogados del gobierno que estima que la promulgación de leyes mediante la firma con Autopen es constitucional.
Pese a que el artículo 1 de la Constitución norteamericana requiere que para que una ley adquiera ese carácter tiene que ser firmada por el presidente (Article 1, Section 7 of the Constitution requires that a bill “be presented to the president of the United States; if he approve he shall sign it.”), existen matices que permitiría el uso de Autopen:
“the president need not personally perform the physical act of affixing his signature to a bill to sign it.” The president’s lawyers said at the time, “We emphasize that we are not suggesting that the president may delegate the decision to approve and sign a bill, only that, having made this decision, he may direct a subordinate to affix the president’s signature to the bill.”